La luz me cegó.
Desperté. Y contemple el cielo con sus bellos colores crepusculares.
El suelo teñido de rojo al igual que el mar.
Respiré tranquilamente y cerré los ojos, estaba sola, completamente sola.
Mi biblioteca
Cuando por fin se atrevieron, con disimulo al principio y después con total franqueza, tuvieron que sonreír. Estaban extraordinariamente orgullosos. Por primera vez habían hecho algo por amor.
Zorbas permaneció allí contemplándola, hasta que no supo si fueron las gotas de lluvia, o las lágrimas las que empañaron sus ojos amarillos de gato grande, negro y gordo, de gato bueno, de gato de puerto.
¿Y la bruja? En la vida de una Bruja, no hay después, ni un para siempre, ni un vivieron felices; en la historia de una Bruja, no hay epílogos.
Por un momento le pareció oír la voz de una mujer... la Sabiduría de los Tiempos...que susurraba desde los abismos más profundos de la tierra.
El reinado de Eduardo VI fue especialmente benigno para aquellos duros tiempos. Ahora que nos despedimos de él, tratemos de conservarlo en la memoria de honor suyo.
Resbaló y, lanzando un grito que no parecía humano, fue a dar cabeza en un profundo foso lleno de lodo. Un perro que nadie viera hasta entonces comenzó a correr por el alero de la casa, lanzando desesperados gemidos. Finalmente se lanzó al foso, siguiendo fielmente a su amo.
Volviose, y vio a los cuatro idiotas, con los hombros pegados uno a otro, mirando estupefactos la operación...Rojo...rojo..
Sobre su cabeza, con las rojas fauces dilatadas, y llameando el único ojo, se posaba el terrible animal cuya astucia me llevó al asesinato, y cuyo aullido revelador me entregaba al verdugo. ¡Había emparedado al monstruo en la tumba!
Porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.
¿No hay límites, Juan?, pensó, y sonrió. Su carrera hacia el aprendizaje había empezado.
Ulises bajó la espada y los demás lo imitaron. La guerra había terminado. Los dos partidos hicieron una alianza, sirviendo de inspirador Atenea en figura de Mentor.
Si le digo que sí le daría el placer de criticar mis gustos, por eso he decidido decirle que no deseo bailar.
No se lo mencionen a nadie más, a menos que descubran que se trata de alguien que ha tenido aventuras similares.
Así que sonrió, levantó una mano para decir adiós, se dio vuelta y comenzó a caminar hacia la soleada calle mientras tó Vernon, tía Petunia y Dudley corrían tras él.
